Los que tenemos mascota, a menudo caemos en el error de pensar en nosotros mismos a la hora de tomar decisiones difíciles, porque ocupan tal lugar en nuestra vida que no sabemos realmente cómo afrontar esa pérdida y cómo llenar ese vacío. Porque hablando con el corazón en la mano, ese hueco nunca se llena.
Así, sabía que mi pequeño Rocky algún día me abandonaría, porque nació con una enfermedad del corazón. Aún sabiéndolo, no me imaginaba que el dolor iba a tener esa magnitud. Me quedé desolada, juro que aún escuchaba su vocecita en los rincones de la casa. No fue un proceso fácil, la verdad.
Un día, llegaba a casa de mi hija y mis dos hijos me esperaban allí. ¡Yo no tenía ni idea de lo que venía! Miré por el pasillo y vi un conjunto de globos que se acercaban por el pasillo. Me quedé sorprendida porque no entendía lo que estaba pasando. Al mirar hacia abajo vi una bolita de peluche blanco reluciente, como la plata, que tenía los globos amarrados, y en ese momento sentí el amor recorrerme por las venas, y sólo me salió llorar. Era una mezcla de sentimientos, sentimientos encontrados, no podía evitar recordar a mi pequeño, pero ahora era consciente de que había una nueva vida que dependía de mi, y a la cual tenía que dedicarle todo mi amor y cuidados.
Desde que llegó a casa, enseguida lo entendió, era su casa, su hogar. Y ahora no hay paso que de que no me acompañe, siempre conmigo. Siempre jugando, y siempre que tengo que salir de casa ahí estás ella para recibirme cuando vuelvo, con amor infinito.
Hoy vuelvo a sonreír, no porque haya olvidado a mi pequeño, sino porque he entendido que algún día nos volveremos a encontrar, y que todo este amor que dar, nos hace mejores personas. Mucha gente no entiende el amor hacia las mascotas, y es que, para la gente como nosotros, estos animales no son mascotas, Marita no es mi mascota, es otro miembro de mi familia.
Al abrir el packaging, la experiencia fue tremenda. En primer lugar el colgante para Marita. ¡Ni hecho a medida casaría tan bien! Cuando vi la pulsera, la verdad es que no me lo podía creer. Ver la cara de mi pequeña grabada en una pulsera de plata, con ese acabado increíble. Con su nombre y el mío grabados en un infinito, simbolizando todo lo que sentimos la una por la otra, ese sentimiento eterno que, por más que pase el tiempo, nunca cambiará. Para mi esto no es una pulsera, es un sentimiento, porque ahora, pase lo que pase, te voy a llevar siempre conmigo, Marita. Siempre.
0 comentarios