Coco. Una historia de Unblome

19 Jul, 2022

Contar la historia de Coco sin emocionarse es tarea muy difícil.

Llegó a mi de la forma más inesperada. Estaba en unas ruinas de una casa en una huerta, y me acerqué a ti porque me escuchaste y maullaste como un loco. Desde lejos pude observar que algo le pasaba en los ojos. Era una bolita de pelo blanco. No voy a hacerme el héroe, en ese momento pensé “no puedo ocuparme de ti, lo siento”. Me di la vuelta y me intenté marchar, y juro que cuando lo escuché llorar, algo recorrió mi cuerpo, poniéndome los pelos de punta. No, no podía dejarle allí, no podía dejarle así. Le cogí y le rodeé con mis manos, acercándolo a mi vientre. Era agosto en Córdoba, y aunque debería estar muerto de calor, temblaba muchísimo. Al contacto con mi cuerpo, recuerdo perfectamente cómo empezó a ronronear, y dejaba de temblar.

Ahora, con el tiempo, entiendo mejor aquella situación. Estaba solo en el mundo, a la merced del primer perro que pasase, abandonado por sus padres biológicos y a juzgar por cómo se acercaba a mi, abandonado también por alguien que pensó que un gato ciego no valía la pena. Yo no tenía apenas trabajo, vivía en casa de mis padres y mi hermana era alérgica al pelo de gato. Era imposible. Pensé: Bueno, lo llevo al veterinario, lo curo e intento buscarle una casa. ¡Qué iluso! Creo que yo era el único que aún no se había dado cuenta de que acababa de ser papá.

David, mi veterinario de confianza fue muy claro: “El gato está perfectamente sano, pero no puede seguir teniendo los ojos, son la fuente de la infección y podría propagarse al resto de la cabeza, además, aunque los siga teniendo, ya está ciego”. Tan indefenso, tan pequeño, desnutrido y deshidratado. Rompí a llorar en aquella consulta. ¡Qué impotencia! Una decisión así no me parecía que pudiese tomarse a la ligera. ¿Podría este gato tener una vida de calidad siendo ciego?

 

“Adelante, haz lo que tengas que hacer y cóbrame lo que tengas que cobrarme”.

Nunca pude imaginarme lo que venía. Para poder estar con Coco, me metí escondido en el piso vacío de mi abuela, donde tantas veces había dormido de pequeño. Al poco tiempo le confesé a mi madre con lágrimas en los ojos: “mamá, no he podido evitarlo, era esto o dejarlo a su suerte”. Mi madre entendió perfectamente la situación, y así empezó nuestra vida juntos.

En poco tiempo, Coco corría y saltaba por todo el piso, dormía en los sitios más insospechados, y siempre que tenía que salir para trabajar, buscaba mis brazos y el contacto con mi cuerpo, como aquella primera vez.

 

 

Mucha gente me decía que si no me daba pena que viviese así, que debería sacrificarlo. A todo el mundo le he explicado que “ser ciego” es un concepto humano, y Coco no sabe que es ciego. Las caras de respuesta os las podéis imaginar. Pero no es ninguna tontería, Coco ha crecido así y es su realidad. Él no es consciente de su “limitación”. Y entrecomillo limitación porque hay que verlo esquivar obstáculos por la casa, subir a la ventana o incluso si, ¡cazar moscas!

Dicen que un  gato reconoce el latido del corazón de sus papás humanos, y yo pensaba que eso eran tonterías, pero aún hoy, 6 años después, viene a echarse siempre en el mismo sitio de mi pecho donde ronroneó por primera vez.

 

 

Hoy, gracias a Unblome, su historia es inmortal.

0 comentarios

Enviar un comentario

Abrir WhatsApp
¿Necesitas Ayuda?
¡Hola😊!
¿En qué podemos ayudarte?